sábado, 12 de mayo de 2012

CAMBIO DE VIDA


Angie, Nazir, Claudia y Gabriel, símbolos de la lucha trans, hoy celebran la nueva ley

La aprobación del proyecto de identidad de género el miércoles en el Senado marca un cambio para los 60 mil transexuales que viven en el país. Podrán acceder con más facilidad a documentos, atención médica y operaciones de reasignación de sexo sin costos.

Por Gisela Nicosia

“De chico jugaba a los autitos”
La ley de identidad de género, aprobada por el Senado el miércoles por 55 votos a favor y una abstención, no sólo permitirá modificar nombre, foto y sexo en un documento sino que simboliza el comienzo de una nueva apertura social. Para muchos, significa un paso para una nueva vida. PERFIL reunió cuatro de esas historias de personas a las que por fin una ley reconocerá.
Una de ellas es la de Gabriel Núñez, de 17 años. “Según cuenta mi mamá, con tres años me gustaba más usar ropa de varón que de mujer. Siempre jugué con autitos y al fútbol. A los ocho le pedí que me cortara el pelo como nene. Creía que al crecer mi cuerpo mutaría y me desarrollaría como varón. Fue frustrante darme cuenta de que no iba a ser así”, cuenta.
Gabriel ya les planteó a sus padres el deseo de realizar una operación de reasignación de sexo, lo que significa la extracción de sus mamas y un implante peneano. “Cada vez que menstrúo sufro mucho, no quiero ver a nadie y trato de no salir de mi casa porque es muy chocante transitar ese momento que no condice con lo que siento”, explica.
En el dictamen de la ley, el artículo 5 señala que en casos de menores de 18 años la solicitud del trámite deberá ser efectuada a través de representantes legales y con previa autorización de por lo menos uno de sus padres.
Como los demás, Gabriel tuvo la suerte de contar con el apoyo de su familia. “Me deprimía mucho en mi niñez y no sabía con quién hablar; mi familia no sabía cómo ayudarme. Yo no conocía el término transexual; sólo me sentía varón y no podía explicarlo”, cuenta.
En esos momentos de confusión, Gabriel pensó terminar con su vida. “Renegaba de mi destino. Me daba cuenta de que mi cuerpo no era el que quería, y era deprimente. Varias veces pensé en suicidarme, pero un día me di cuenta de que debía mantenerme fuerte y buscar ayuda. Por internet encontré una secretaría de asistencia a chicos trans donde conocí a otros como yo que me entendían”, afirma.
Con el sueño de formar su familia y casarse con una chica, revela que por ahora elige no tener pareja. “No me siento cómodo con mi cuerpo, evito tener gente cerca o que me toquen. Por el momento prefiero enfocarme en mi vida; ya tendré tiempo para el amor”, concluye.

Enseñar Periodismo en La Plata con el pelo largo.
Claudia Vásquez Haro nació en Trujillo, Perú, hace 34 años. Llegó al país en 2000, se radicó en La Plata y se dedicó a trabajar en peluquerías, hasta que se inscribió en Periodismo. “En Perú no hubiera podido ser Claudia. Soy una exiliada ideológica y política. En Argentina, aunque sufrí una doble discriminación por ser extranjera y además ser trans, pude dejarme el pelo largo y comenzar con tratamientos estéticos para construir mi identidad”, cuenta.
En su blog, se presenta como estudiante de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata, militante y activista de derechos humanos. Una de sus frases de cabecera es: “Una mujer no se reduce a la genitalidad”, y su desarrollo en el país lo demuestra.
Inició la carrera en 2005 y hoy está a cargo del Observatorio de Comunicación, Género, Diversidad y Derechos Humanos de la Facultad de Periodismo.
En veinte días terminará su doctorado en Comunicación y es docente del curso de ingreso de la Facultad de Periodismo.
“Es increíble todo lo que logré sin ponerme en víctima, siempre reclamando por mis derechos, que ahora velaré por verificar que se implementen”, afirmó.

“Me pasé toda la vida pensando quién soy”
“No soy hombre pero tampoco soy una mujer, ¿qué soy? Toda mi vida me la pasé pensando en eso”, confiesa Nazir Hernández, que a sus 48 años podrá tener su documento de identidad con el nombre y género con el cual finalmente se identifica. “Siempre viví como andrógina, sin definir mi sexualidad. Pero hace casi dos años mis rasgos físicos y mi vestimenta se corresponden al sexo masculino porque decidí mostrar lo que siempre sentí que era. Soy un hombre transexual y gracias a la ley puedo mostrarme al mundo como tal”, dice.

Junto a sus compañeros, estuvo presente en la Plaza de los Dos Congresos para compartir un festejo de alumbramiento. “En ese momento pensé que por fin salió el sol para nosotros, era algo que esperábamos desde hace mucho. Cuando surgió el proyecto, hace casi dos años, me propuse salir del closet y elegí mi nombre, Nazir, porque significa consagración”, relata en su departamento, ubicado en Hurlingham. Actualmente se desempeña como psicólogo de terapia gestáltica; fue fotógrafo social y diseñador gráfico varios años.
En recuerdo de su infancia menciona que siempre prefirió aparecer ante los ojos de los demás con una estética ambigua, asexuada. Asegura que su vida habría sido otra si antes hubiera existido esta ley.

Angie, la policía que cambió una tendencia.
Angie jamás se sintió identificada por su documento. La incomodidad de su condición de transexual ya fue superada. En su pasado, ella era él: Walter Alvarez, decía su credencial laboral de bombero de la Policía.
“Ingresé en la fuerza como hombre, pero hace cuatro años me definí abiertamente como mujer. No me olvido de la etapa de transición porque iba fajada y el pelo largo atado y escondido debajo de una gorra que nunca me sacaba”, explica.
Nunca tuvo problemas en su entorno: familia y amigos apoyaron su elección. Desde 1998, Angie se desempeña en el Cuerpo de Bomberos Zapadores, dependiente de la Unidad Regional II de Policía, en Rosario. En 2006 se presentó como mujer en su trabajo y marcó un giro en la fuerza.
“No me animaba porque pensaba que iba a perder continuidad laboral. Pero, si bien inicialmente fui recluida a tareas administrativas, la situación se distendió. Ahora se anotaron en la fuerza chicos y chicas trans que antes de mi caso se sentían limitados”, dice. Hace siete años cumple con un tratamiento de hormonas y en 2008 se realizó el implante de mamas. “Primero viví una etapa de asumir mi homosexualidad. Me travestía para hacer shows por la noche hasta que decidí ser transexual para tener la imagen femenina que buscaba mostrar como mi identidad”, resume mientras luce su uniforme con orgullo.
El miércoles las lágrimas que recorrieron su rostro fueron símbolo de liberación. “Tenía mucho dolor contenido, pasé muchas situaciones desagradables. La ley cierra heridas abiertas”, concluyó.




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